15 julio 2010

AVERÍA PRESIDENTE


Siempre he tenido una fuerte tendencia a dramatizar las cosas. A poco que me esforzase por mirarme al ombligo, hubiese dicho que sin darme cuenta me había salido de camino y que ahora me encontraba inmerso en un extraño y deshabitado paraje lunar; que sin darme cuenta había llegado al momento en el que todo lo que había sido importante para mí ya no iba a poder ser, porque había elegido mal o había dejado partir muchos trenes confiando en que siempre podría coger el siguiente; que nuestra sociedad y nuestro sistema de valores había entrado en franca decadencia o que el mundo, tal como lo conocíamos, se acercaba a su fin. Sin lugar a dudas, a poco que uno se esfuerce, puede decir muchas gilipolleces. El intenso frío, el crudo calor y la cantidad de mierda que es capaz de disparar la tele en una fracción de segundo, pueden atolondrar a cualquiera.

Pero la realidad en aquellos primeros compases de los felices diez era bien distinta y yo, sí yo, me acababa de dar cuenta. ¡La Bruja Avería seguía viva y gobernaba en la sombra el país! Llegando a este punto, puede que el lector empiece a cuestionarse el estado de salud metal del que suscribe, pero era evidente o, al menos, a mi me lo parecía. Hagamos el ejercicio de imaginar de su boca algunos de los mensajes que nos habían llegado en los últimos meses:

“Para mejorar su economía, les bajaré el sueldo y subiré sus impuestos”

“A los fumadores les seguiré vendiendo tabaco, pero les subiré el precio poco a poco para que no se cuestionen dejarlo y seguir siendo cada vez más y más rica… y cuando ya no puedan ni desengancharse porque estén desesperados al no saber qué será de ellos, les prohibiré fumar en público”

“Para los que no fuman y se contentan con mirar, prohibiré que la gente se desnude e, incluso, prohibiré pasear por la calle sin camiseta”

“Como soy una bruja demócrata, habrá maldad también para los más desgraciados. También me ocuparé de esas mujeres que no tienen más remedio que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. No legalizaré su situación, no. Ni perseguiré a las mafias que las prostituye. A las putas les prohibiré anunciarse en el periódico pa que se jodan y tengan que salir a la Casa de Campo”

“Jaaaaaa, ja, ja… ¡¡¡Queeé maaala, pero queeé mala sooooy!!!”

(Continuará)