17 diciembre 2011

EL FINAL DE MI VIDA EXTRATERRESTRE

El futuro,nos gustaba más en el pasado. Nuestro aparatoso televisor,incluso en blanco y negro, había permitido que un ejército de mocosos asomáramos nuestras cabecitas locas al espacio sideral, nos hacía vivir trepidantes batallas intergalácticas, que a mí, personalmente me encantaban. En el peor de los casos, si el futuro nos deparaba una invasión de reptiles depredadores, no había de qué preocuparse. Vendrían, sí,dispuestas a engullirnos, pero esmeradamente camuflados de atractivas señoritas
con cara de tener bastante mundo y bien ceñidas en sus sexys uniformes de cuero rojo. Viajes a la luna, naves espaciales, la cura para todas las enfermedades, la Paz Mundial.

En eso y en mucho más, había consistido el futuro. Ahora que ese futuro, ya no era futuro, era presente, el futuro había dejado de tener la misma gracia.

Dinero de plástico. Al parecer, ese era el mayor avance que habíamos sido capaces de alcanzar en las últimas décadas. Habíamos generado una especie de chapuza colosal, que amenazaba con convertirnos en esclavos o víctimas de un sistema, que nadie había elegido y que aparentaba haber surgido, de la noche a la mañana, de la nada.

Así que aquellos, que no teníamos muchas ganas de elegir que nos jodiesen, empezamos a cavilar. ¿Dónde estaba el responsable del final de nuestra vida extraterrestre? Y lo que era aún más importante, ¿qué podíamos hacer para que los felices diez, dejasen de dar miedo y continuasen siendo felices?

(Continuará)


(O ayúdanos a continuar, si lo prefieres)

04 diciembre 2011

EN OCASIONES, VEO OVEJAS


No hay cosa más tonta que sentirse listo. Es una ley con precisión matemática: cuanto más listo se cree el que te habla, más gilipollas. Y esto no se ha descubierto ayer, en los felices diez ya lo sabíamos. Y ante la estupidez más profunda, mi mente había desarrollado un extraño mecanismo de defensa; en ocasiones, veía ovejas.

Aquella tarde, por ejemplo, un par de individuos trataban de convencerme de no sé qué cosa. Imagino que se trataba de lo mismo de siempre… “dame la razón porque tengo razón”… “fulanito es peor que yo, porque yo soy mucho mejor”… “las cosas son así porque así han sido siempre y así deben quedar”… “si todo el mundo hiciese lo mismo que yo hago, otro gallo cantaría”. Realmente hace falta creerse listo para tratar de convencer a otro de que uno es poseedor de la verdad. Era perfectamente consciente de lo que estábamos hablando aquella tarde, de una sarta de estupideces.

Estaba sentado en la barra de un bar, sentado delante de dos ovejas, una oveja gorda y otra borracha y yo entré y salí pensando exactamente lo mismo de aquel lugar, que excluir a alguien que solo quiere hacer contigo lo mismo que tú haces, es de necios, que tratar de convencer a alguien, que si puede sujetarse y a quien no se le cae la baba al hablar, de que es torpe suele resultar en una escena bastante patética. Así que fulanito y fulanita aguantaron estoicamente aquellas revelaciones bovinas, terminaron su cerveza y regresaron a casa, muy contentos de saberse más fulanos y menos listos que sus bovinos contertulios.