07 enero 2011

NO TENGO VIDA, PERO TENGO UN FACEBOOK


Pese a tratarse de los felices diez no todos eran felices. Siempre han existido tipos inadaptados, incomprendidos y gente a la que se la pela todo, es decir, personas con biografía, y mediocres que observan con envidia lo que hacen los primeros, para criticarlo y hacer después su imitación barata y a destiempo. Lo peculiar de aquellos días era que un ejército de idiotas se había organizado en la red para vampirizar la existencia de aquellos que siempre nos habíamos divertido a costa del simple acto de hacer básicamente lo que nos salía de las pelotas. En aquellos días si no tenías vida, siempre podías tener un facebook y en tu facebook agregar como amigos a los que realmente no compartirían mesa contigo ni por el oro de Moscú; y hacerte fotos con gente que se lo pasaba bien, poniendo cara de pasártelo bien también tú con ellos y colgarlas para que tu millón de presuntos amigos lo pudiesen ver y llegar a la conclusión de que molabas. Bajo mi punto de vista, la cima de la estupidez de aquel invento se alcanzaba con la posibilidad ilimitada de decir que cualquier cosa que no te incumbía en absoluto te gustaba o dejaba de gustarte sin que nadie te hubiese preguntado.

Como todo el mundo, yo tenía un facebook. Durante un tiempo lo intenté, pero o yo era muy raro o aquello era tremendamente aburrido, un sucedáneo de existencia pixelada, una forma de rencontrarte con intentos fallidos ya olvidados para descubrir que si dejas a alguien en el camino, tal vez no tengas mucho más que decirle veinte años después. El punto de inflexión llegó cuando una tarde pude leer en mi muro un comentario de una petarda recomendándome que dejara de beber. Solo faltaba que cualquier desequilibrada pudiera sentirse en el derecho de darme consejos sobre cómo vivir.

Eran los felices diez, pero no todos nos habíamos vuelto gilipollas, así que no tardé demasiado tiempo en alcanzar mis propias conclusiones:

1. Ni tengo cien amigos, ni quiero tenerlos.
2. Ni molo, ni quiero.
3. Me gusta tomarme una cerveza y correrme una juerga con mis compadres, pero sólo con cierta gente, y cuando voy borracho me molestan los flashes.
4. Dejaré de beber, de fumar y de hacer el imbécil el día que me salga de la parte más grande y colgante de mi anatomía.
5. Me la pela si te gusta o te disgusta lo que hago, cuando no te he preguntado.


Los felices diez.