21 marzo 2010

MI CONSEJERO, MI CAMARERO


En los felices años 10 el papel de camarero seguía siendo una de las profesiones más importantes en la sociedad, aunque no se valorase tanto como podíamos pensar, dado su importancia. Así, el camarero, no era un mero proveedor de bebidas y otras sustancias, como el tabaco por poner un ejemplo, sino que su labor iba más allá. Un buen camarero, además de servir al cliente, debía entretenerlo, darle lo que pidiese, crear un ambiente idóneo para que encontrase la felicidad (ya fuese real o ficticia), pero sobre todo debía ser un buen psicólogo, puesto que el camarero, ese ser tras la barra, escuchaba atentamente cualquier cosa que el cliente le contase y si hacía falta este le obsequiaba con uno de sus sabios consejos.

El problema se planteaba cuando había varios consejos en diferentes sentidos. Así, por poner un ejemplo que ilustraría sabiamente lo que aquí quiero decir, el camarero en cuestión nos hablaba de las fatalidades del matrimonio, cómo se podía llegar a arruinar la vida de una persona a través de tal acto... A la par otro excamarero (ser camarero es una vocación que nunca desaparece aunque se deje de ejercer dicho trabajo, por tanto también aconseja) nos decía que lo mejor que podíamos hacer en la vida era casarnos... Ambos consejos se contradecían y sería un dilema pensar cuál de los dos tenía razón, salvo que nosotros, en los felices años 10, no pensábamos ni en bodas ni en divorcios ni en solterías, tan sólo pensábamos en que nos pusieran otra cerveza, a ser posible bien fresquita, mientras nos dedicábamos a salvar el mundo (o no) en una de nuestras interminables tertulias...

No hay comentarios: