05 noviembre 2010

SOLO NOSOTROS, CHICAS NO


Corrían los años ¿? (la década anterior a los felices años diez, que aún hoy no conocemos forma humana de nombrarla) y la gente decidía casarse, aunque sin valorar del todo las consecuencias que ello acarreaba. No sé sabe bien cómo empezó todo, pero hubo una boda y los demás decidieron seguir los pasos de la primera pareja de recién casados, aunque no sabíamos si realmente era por amor, por las vacaciones extras de 15 días, porque les apetecía, por formalizar la relación, por presión social o por cualquier otra razón. Y el motivo daba igual, lo único importante en la historia era esa sucesión de bodas que se produjo en los años ¿?.

Corrían los felices años 10 y, en apariencia, esas bodas habían concluido y con las mismas un ancestral ritual que se llevaba a cabo antes (días, semanas, o incluso meses) del dia del casamiento: las despedidas de soltero y de soltera, ritual que se podía hacer de forma conjunta o de forma separada, aunque la mayoría de las veces se escogiese la segunda.

Pues como la racha de nuevos matrimonios habían acabado, los machos de la manada decidieron seguir con el ritual, hubiese novio a la vista o no, y así, una vez al año, salir sólo ellos, sin las chicas, que en la mitad de los casos ya eran sus mujeres, pues en la otra mitad estaba la soltería que, al no tener que dar explicaciones ni justificarse por nada ante nadie, hacían una vida más libre, pudiendo salir y entrar libremente e ir a donde quisieran y tantas veces como quisieran. Pero aquellos machos casados ya hacían vida en común, mientras anhelaban la libertad de la soltería, de hacer y deshacer...

Y en el fondo los machos casados hacían esas reuniones tan sólo para poder sentir durante unas horas el recuerdo lejano de la soltería y la libertad, aunque, claro está, en unas horas se desvanecería todo quedando un solo recuerdo que con el tiempo y la rutina se iría lentamente diluyendo, aunque algunos resquicios de la memoria se recordarían cuando se volviesen a juntar aquellos machos en cualquier sitio, aunque llevasen a sus mujeres con ellos...

Cuánto se puede echar de menos la libertad perdida...

Y para estos machos, que vivieron todo esto, les quería dedicar una canción, y pese a no haberla encontrado con su video, les pongo la letra para que sepan de que habla... Aunque en el Spotify está, pero debido a la tecnología que había en los felices años 10, tan sólo dejaba publicar las canciones en las redes sociales y no en los blogs. Una lástima...

BURNING: "Y NO LO SABRAS"

Qué te ocurre amigo mío que ya no te veo
No será que un día dejaste de crecer
Piensa que tú un día fuiste bastante importante
Pero basta ya de juegos, tú veras.

Es bonito tener coche y ser papá
Pero creo que la corbata a ti no te va
Cada día el nudo es más fuerte
Hasta que tú mismo te ahogarás

Y no lo sabrás, y no lo sabrás
Y no lo sabrás, y no lo sabrás

Fantasías en el parque o en cualquier lugar
Una sonrisa en tus labios y es de metal
Una nube que te tapa y no puedes ver
Cuando te llenas de blanca, tú no ves

Y no lo sabrás, y no lo sabrás
Y no lo sabrás, y no lo sabrás

Es bonito tener coche y ser papá
Pero creo que la corbata a ti no te va
Cada día el nudo es más fuerte
Hasta que tú mismo te ahogarás

Y no lo sabrás, y no lo sabrás
Y no lo sabrás, y no lo sabrás...

28 septiembre 2010

DIAS DE GLORIA



Hacía décadas que un tal Warhol había dicho aquello de que todo el mundo debería tener derecho a 15 segundos de gloria. En los felices diez, esa entelequia se había transmutado en una amenazante realidad. En el mundo global, con todos enchufados a una gigantesca red de estupideces y miles de cámaras observándote, cualquiera podía meter la pata y pasar a tener sus 15 segundos gloriosos.

Los tuvo cierto párroco toledano que intentaba obtener un pequeño desahogo para sus bajos instintos ofreciendo sus favores amatorios a través de una página de contactos. En poco más de 15 segundos, sus gayumbos de otra década pasaron de ser un dudoso reclamo para ninfómanas cortas de vista a convertirse en el titular de todos los noticiarios televisivos del país.

Al parecer, el bueno de X (llamémosle X sin afán de recochineo) había echado un vistazo al mundo y había entrado en una profunda crisis de fe. Cuando uno se sienta frente a la alcantarilla catódica y procesa seriamente ciertas imágenes de gente destrozada por guerras y catástrofes de diversa índole, no puede llegar a otra conclusión que la de cuestionarse esa historia de la salvación eterna. Si Dios no era capaz de salvar a esos pobres desgraciados, por qué habría de creer él en la salvación de su alma.

De manera que un buen día decidió dejar de hacer el imbécil y probar fortuna. Y, como eran tiempos de gran incertidumbre económica y el dinero del cepillo no daba para más, hizo una llamada a una de esas líneas en las que tras pulsar uno y luego 5 y luego no sé cuantos números más, una guarrilla, que vete a saber qué pinta tiene, te cuenta que se está tocando no se qué cosa, hasta que uno termina de venirse arriba.

El caso es que aquella llamada cambió por completo las cosas y al día siguiente repitió y repitió y día tras día siguió repitiendo, hasta que la factura alcanzó la escandalosa cifra de 17.000€. El buen párroco ya no se sentía sólo, ahora se sentía solo, asquerosamente sucio y atenazado por el pánico. Así que buscó una salida agarrando de nuevo la sartén por el mango. Grabó el mencionado vídeo con sus gayumbitos de dudosa calidad y publicó un anuncio en eBay poniendo a la venta la imagen de Cristo de la parroquia.

El resto de la historia es sencillo de imaginar. Algunos de esos feligreses a los que tanto había temido decepcionar con sus lascivos deslices, resultaron compartir bajos instintos con el bueno del párroco y el asunto tardó pocos días en convertirse noticia: El párroco del pueblo se anuncia en internet “heterosexual y bien dotado”. Que si nadie lo hubiese imaginado, que si siempre había parecido una persona de lo más normal

El caso es que en aquellos felices diez tenías que tener cuidado porque sin darte cuenta te encontrabas expuesto a una inmensa red de moralistas anónimos y en cualquier momento podían llegarte tus malditos 15 segundos de gloria. Así las cosas, algunos elegimos seguir la vida, celebrando en petit comité las modestas victorias de todos los días en el anonimato proporcionado por nuestra pequeña parroquia.

19 septiembre 2010

VACACIONES EN EL MAR


Corrían los felices años 10, cuando una pareja de enamorados pretendía pasar unas vacaciones románticas el uno junto al otro. Así que buscaron la mejor manera de pasar esos días de descanso y decidieron que lo más propicio podría ser emular a aquellos enamorados de las décadas pasadas que se embarcaban en el Love Boat a cargo del capitán Stubing... Según la serie de Vacaciones en el mar, todo era de lo más romántico y si algún problema había entre las parejas, se solucionaba y acababa todo perfecto en plan final feliz... Así que nuestra de pareja de enamorados decidieron embarcarse en un crucero, aunque no fuese el de la serie, pero tenían la esperanza de conseguir el mismo resultado.

De esta forma tenemos a una pareja de enamorados con las maletas preparadas y el viaje a las costa realizado, pues dicha pareja no viven en una ciudad con mar y se tienen que desplazar hacía otra con puerto. Todo listo y preparado sin sospechar lo más mínimo que un gran nubarrón cargado de lluvia, rayos y truenos les iba a perseguir... Así nuestra pareja se dispuso a entregar los billetes para acceder al barco, sin embargo y contra todo pronóstico la entrada fue denegada, pues él, hombre de campo, cometía el terrible delito de no llevar calzado adecuado, pues unas zapatillas vestían sus píes en lugar de unos elegantes zapatos...

La tragedia se veía y aquella pareja de infelices no podían disfrutar de sus esperadas y felices vacaciones por culpa de unas dichosas zapatillas, así que no tuvieron más remedio que improvisar y actuar rápido, buscando una zapatería donde realizar las primeras inesperadas compras de sus vacaciones: unos zapatos nuevos. Pobres insensatos.

Afortunadamente aquellos desgraciados volvieron a sonreír cuando, una vez con los zapatos puestos, llegaron de nuevo al barco y pudieron emprender sus vacaciones en amor y armonía... Y como en aquella serie, nuestra historia tuvo un final feliz, aunque ningún miembro de la tripulación se desviviese para conseguirlo...

Todo esto me recordaba a la de los porteros de discoteca. Si eras chica, podías acceder a su interior aunque fuese descalza. Si eras chico la cosa se ponía más chunga, pues si era una discoteca pija te obligaban a llevar zapatos y nada de calcetines blancos... Cuando la normativa realmente te obliga simplemente a llevar un calzado seguro y lo único que realmente te pueden prohibir son las chanclas para evitar que se te fuese el píe y te cortases...

Pero en los felices años 10 los cruceros, visto lo visto, debían de ser de lo más pijo y para ser aún más cool decidieron comportarse como las discotecas. Aunque, claro está, me quedaba una duda en el aire: ¿los zapatos serían de obligada puesta? Mi cabeza no dejaba de imaginar a esa pareja de enamorados bajando (o subiendo) a la piscina con su bañador, su toalla y sus zapatitos limpios sin calcetines blancos, no fuese a ser que la tripulación, e incluso el mismísimo capitan Stubing, los arrojasen por la borda y tirasen sus cuerpecitos de enamorados a los tiburones...

Menos mal que en los felices años 10 no les dio a la gente por cambiar los refranes y sacar la versión del "hagas lo que hagas ponte zapatos" que aunque no rime (eso es lo de menos) sería lo más importante si en esos tiempos querías irte de crucero.

16 septiembre 2010

EL ESPIRITU DE LOS FELICES AÑOS 10


Corrían los felices años 10 cuando llegaron 4 días donde el alcohol fluía por todos nosotros y habitualmente comíamos algo, sin orden, sin llevar dietas ni controles alimentarios, generalmente engullíamos cualquier cosa que acompañase bien a nuestras bebidas. Eran cuatro días en los que, sin ser carnaval, nos dejábamos llevar por los placeres de Don Carnal, sin importar absolutamente nada. Eran cuatro días donde nos evadiamos de todo, incluso de nosotros mismos, sin problemas, sin quebraderos de cabeza... Sólo intentábamos ser felices.

Y en esos cuatro días tan pronto alguien tiraba del cable o mandaba a una guardia civil a la que nadie hacía el mínimo caso y mucho menos aún cuando otro amenazaba con llamar a la policía, cosa que ni hizo ni le hicimos el menor caso, pues lo único que queríamos era que se fijase bien el esmalte azul en nuestras uñas... Eran unos días en la que los machos huían como animales perseguidos por una vedette que simplemente quería sacar voluntarios en su espectáculo, y cuando lo lograba la víctima se escabullía tan pronto podía, ante la mirada incrédula de la chavala que pensaría algo así como "esto no me puede estar sucediendo a mí".

Pero eran días también en los que estaba en boga el I+D+I (investigación, desarrollo i tal), en los que se llevaban a la práctica cualquier cosa que se nos ocurriese, como el intentar sacar del water un rollo de papel (con las más diversas maneras salvo meter la mano) o como hacer que un toro reculase empleando la tutu, la cual, como era de esperar, permaneció invicta ante los ataques del animal, aunque sí que conseguía moverla.

Y hasta la gente no se creía cuando uno de los nuestros desaparecía para ir a "beber agua", cosa que lógicamente era una excusa barata porque bebíamos de todo menos agua, pero que mucho menos se lo creía cuando la verdad llegaba a sus oídos: estaba satisfaciendo sus necesidades fisiológicas y corporales, aunque no sexuales.

Eran unos días de desenfreno, en los que poco o nada importaba, tan sólo el pasárselo bien, el estar con los amigos y el disfrutar. Así era el espíritu de esos días, que intentábamos mantener el resto del año, cuando la rutina, los problemas y los quebraderos hacían aparición en nuestras vidas... Pero los recuerdos de aquellos días hacían que viésemos lo negativo con otro punto de vista, configurando de esta forma lo que sería ya historia: los felices años 10.

30 agosto 2010

ANTE LA DUDA… ¡TIRA DEL CABLE!


30 de agosto de 2010. Corrían los felices diez y la cosa pintaba jodida. Quien más y quien menos había visto su trasero en peligro o, al menos, se lo había imaginado con una crisis, que mejor no recordarla ahora (ya nos la recordarán los chupópteros expertos en economía cuando provoquen la siguiente).

En lo personal, yo terminaba un largo periplo que me conducía exactamente al punto del que había partido. Madrid-Campiña Alta-Málaga-Nueva York-Oporto-Milán-Zaragoza-Oviedo-Sicilia-Campiña Alta-Madrid. Un año dando tumbos por varios rincones del planeta, para acabar en el mismo sitio y en la misma situación que hacía 12 meses. Solía pasar en aquellos felices diez que podías hacer casi lo que quisieses, que podías soñar pero sólo a cambio de hacerlo sólo un ratito. Luego preparabas la maleta y regresabas a casa (a la casa de tus padres, del arrendador o del banco, se entiende) con el fin de volver a enfrentarte con el mismo destino del que eras presa. Bueno, no exactamente, porque de forma inminente íbamos a ser testigos de lo que podríamos llamar una especie de milagro sociológico. En pocas semanas, en lugar de tener por delante un año menos de vida laboral, el conjunto de la población de nuestro tan querido país sería bendecido con dos años más de regalo. Como la reproducción de los panes y los peces pero en plan joputa.

El caso es que en aquellos días, en la Campiña Alta, descubrimos una posible vía a la felicidad. En la Era Digital, en los tiempos de la tecnología, la solución a buena parte de los problemas podían resumirse en tres palabras: “TIRAR DEL CABLE”. Tirando del cable uno podía acabar de una vez por todas con el insoportable ruido del vecino; podría protegerse contra la próxima mala noticia e incluso disminuir el consumo eléctrico o el recibo del teléfono. Los más radicales también veían en tirar del cable una potencial salida para nuestra abultada tasa de desempleo y para nuestro costosísimo Sistema de Protección Social [1], después de aplicar la medida (de manera muy juiciosa y selectiva, cómo no) sobre los ejemplares más débiles, que penosamente se restablecían en los hospitales públicos. Era por todos sabido que sin sacrificios no iríamos hacia ninguna parte.

La verdad es que el plan era una mierda. A estas alturas todos sabíamos que tirar del cable no resolvía nada, que era una conducta autoritaria, propia de especímenes primarios, más bien poco inteligentes y con rasgos de narcisista abocado al fracaso en su personalidad. Pero eran los felices diez y, aunque la cosa pintase fea, la disparatada historia de cómo una tal, llamémosle Manolita[2], decidió tirar del cable para demostrarle al mundo quien tenía la sartén por el mango nos hizo partirnos el pecho riendo durante buena parte del verano.

_____________

[1] Para los realmente burros, como ya no existe, hacemos la excepción y explicamos que el Sistema de Protección Social consistía en que el Estado te quitaba una pasta todos los meses, mes tras mes, año tras año, y que sólo en caso de que cayeses en desgracia te devolvían una parte ridícula. ¿Por qué era tan costosísimo devolver a algunos una mínima parte de lo que nos quitaban a todos? ¡¡¡Tira del cable!!!

[2] Los felices diez prometen publicar muy pronto la historia de Manolita y sus dilemas eléctricos.

15 julio 2010

AVERÍA PRESIDENTE


Siempre he tenido una fuerte tendencia a dramatizar las cosas. A poco que me esforzase por mirarme al ombligo, hubiese dicho que sin darme cuenta me había salido de camino y que ahora me encontraba inmerso en un extraño y deshabitado paraje lunar; que sin darme cuenta había llegado al momento en el que todo lo que había sido importante para mí ya no iba a poder ser, porque había elegido mal o había dejado partir muchos trenes confiando en que siempre podría coger el siguiente; que nuestra sociedad y nuestro sistema de valores había entrado en franca decadencia o que el mundo, tal como lo conocíamos, se acercaba a su fin. Sin lugar a dudas, a poco que uno se esfuerce, puede decir muchas gilipolleces. El intenso frío, el crudo calor y la cantidad de mierda que es capaz de disparar la tele en una fracción de segundo, pueden atolondrar a cualquiera.

Pero la realidad en aquellos primeros compases de los felices diez era bien distinta y yo, sí yo, me acababa de dar cuenta. ¡La Bruja Avería seguía viva y gobernaba en la sombra el país! Llegando a este punto, puede que el lector empiece a cuestionarse el estado de salud metal del que suscribe, pero era evidente o, al menos, a mi me lo parecía. Hagamos el ejercicio de imaginar de su boca algunos de los mensajes que nos habían llegado en los últimos meses:

“Para mejorar su economía, les bajaré el sueldo y subiré sus impuestos”

“A los fumadores les seguiré vendiendo tabaco, pero les subiré el precio poco a poco para que no se cuestionen dejarlo y seguir siendo cada vez más y más rica… y cuando ya no puedan ni desengancharse porque estén desesperados al no saber qué será de ellos, les prohibiré fumar en público”

“Para los que no fuman y se contentan con mirar, prohibiré que la gente se desnude e, incluso, prohibiré pasear por la calle sin camiseta”

“Como soy una bruja demócrata, habrá maldad también para los más desgraciados. También me ocuparé de esas mujeres que no tienen más remedio que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. No legalizaré su situación, no. Ni perseguiré a las mafias que las prostituye. A las putas les prohibiré anunciarse en el periódico pa que se jodan y tengan que salir a la Casa de Campo”

“Jaaaaaa, ja, ja… ¡¡¡Queeé maaala, pero queeé mala sooooy!!!”

(Continuará)

06 junio 2010

REUNION DE PEÑAS


Corrían Los Felices Años 10 y el Ayuntamiento citaba a los peñistas para una reunión el siguiente fin de semana. El cartel, situado en el tablón de anuncios del bar, el mejor sitio para ser visto y leído por todo el mundo, citaba pero sin decir ni hora ni lugar. Del tema a tratar no ponía nada, sin embargo otro peñista nos adelantó que posiblemente se debiese a que el viernes por la tarde de las fiestas no traerían por tercer año consecutivo al adiestrador de perros. En su lugar se iba a proponer que las peñas organizasen algo, aunque no sabíamos si era cada peña la que preparaba algo o era una organización en su conjunto. Además tampoco teníamos conocimiento de si, en el caso de organizar algo, nos iban a dar una pequeña ayuda económica o no para la realización de ese algo.

Corrían Los Felices Años 10 y ninguno queríamos ir a esa reunión, aunque también es cierto que la mayoría no podía asistir al acto. Aunque nuestra opinión de la propuesta era algo de lo que sí estábamos de acuerdo la mayoría: negativa a organizar nosotros algo y sí a los perros. Pero claro, esta opinión sólo reflejaba una peña y en teoría tenían que tomar la decisión la totalidad de las peñas... Pero nuestra idea era clara por varios motivos:
1) No queríamos pringar organizando algo de lo que seguramente traería más problemas y dolores de cabeza que el no hacer nada (pensarlo, plantearlo, decidirlo, ponerlo en marcha, supervisar la actividad y recogerlo).
2) Llevábamos más de medio año esperando usar el ahuyentador de perros, que para algo lo teníamos y el mejor lugar era esa concentración de canes que todos los años hacían lo mismo, aunque cada año conservábamos la esperanza que el animal fallase y le obsequiase algún mordisco al entrenador (sí, los instintos humanos son perversos y crueles)
3) Estando los perros, si te apetecía ir a verlos ibas, sino con pasar del tema estaba solucionado.

Pero como digo, a falta de 6 días para la reunión no teníamos planeado ir, así que nuestro voto quedaría silenciado por la eternidad, porque no creo que los mandatarios leyesen el blog y si lo hacían dudo mucho que lo tuviesen en cuenta... Total, no sería la primera vez que nos la jugarían, ya que el año anterior, el último de la década sin nombre, nos apuntamos al Primer Torneo de Bolos Castellanos y no nos valieron ni avisar de que tarde se celebraría el juego y casualmente la decisión de la fecha fue determinada por una minoría (no por la mayoría como es lógico).

Así que en los Felices Años 10 pasábamos de las órdenes de mandatarios y celebrábamos la fiesta como más nos gustaba hacerlo, pasando de todo y de todos... Así que en esos años tan sólo dejábamos muestra de nuestra opinión con un sencillo "qué les den".

04 junio 2010

A LOS TOROS CON PIPAS, NO CON BANDERAS


Hay que cuidar lo que decimos a los niños, porque los niños son como esponjas. Si les das cultura se empapan de cultura, si les rodeas de Gente se convertirán en personas, pero si les das mierda… sobra el comentario.

Mayo de 2010. Feria de San Isidro. Enésima orgía de España cañí cuidadosamente aliñada con cerveza. Sangriento, seguro. Cruel, tal vez. Según como se mire. Para mí, la andanada del 8 representaba un reducto de inteligencia nacional. Un núcleo de resistencia. Sólo las generaciones pasadas comprendían aún lo que era este país y allí se reunían algunos de sus últimos bastiones. Allí sentado, entre mantazo y mantazo, había escuchado las exhortaciones más inverosímiles contra las más variadas personalidades.

Había para todos. Un abucheo para una la autoridad populista y choriza. El título de Tonta para la tonta, el de pelota para el pelota, el de cotorra para la redicha periodista del corazón. Y ante todo, la falta de sorpresa ante el hundimiento de nuestro delirio especulador. Frente al último desastre nacional la respuesta de cualquiera de nuestros oráculos octogenarios no podía ser más certera: “¡si ya lo decía yo!”. Todo un núcleo de resistencia equipado con bocata de jamón, puro y visera emergido del Madrid más profundo, el mismo Madrid que algunos horteras intentan convertir en una mierda pseudocultural de diseño, a costa de renunciar a sus orígenes.

Por eso cuando oí la historia de cierta niña con tirabuzones y de sus papás retrógrados, que quería torear un toro con una bandera España, me vinieron a la mente todas estas historias. España no era una bandera para doblegar al mundo como si fuese un becerro. España era el sastre de Gary Cooper y su interminable provisión de anisillos, la Antonia con su falda de tablillas para poder abrirse de piernas y esquivar la espalda del tío de delante, los jubiletas saltándote por encima para llegar los primeros al metro y el ejército de rastreadores armados con prismáticos al acecho de un buen objetivo en el callejón. Un poco brutos, un poco cutres y extremadamente críticos. Así nos las gastábamos en aquellas latitudes en los felices diez. En todos estos rasgos yo me reconocía y encontraba algo entrañable presuntamente condenado a extinguirse.

29 abril 2010

SOY JOVEN, LA PRENSA LO DICE


No había acabado el primer trimestre de los felices años diez y ya volvía a figurar en la prensa. Al menos el periódico era distinto al de otras veces, pero hay volvía a estar mi foto impresa en una de sus hojas, formando parte de la actualidad del día anterior, y eso que no soy persona pública ni popular. Y si aparezco de espaldas es porque así lo quise yo (la fotógrafa quería hacerla del otro lado) pero bueno, creo que se me reconoce bastante bien.

Y corrían los felices años diez y aunque en esa época yo ya no era una adolescente ahí estaba, como el prototipo de persona joven que solicitaba cursos en el Centro Joven de mi ciudad. Y es que en los felices años diez no sólo era joven de espíritu, ni joven de mentalidad, sino que tenía un carnet que así lo decía (que seguía siendo joven) y ahora en el píe de foto también figuraba que era joven, algo que quedaría para la posteridad.

Qué más da que yo no tuviese la edad para ser el prototipo de persona joven que podría existir en los felices años diez, es decir el típico adolescente. Qué más da que muchas personas de mi edad ya eran respetables (o no) padres y madres de familia. Qué más da que yo no me comportase con los patrones de ser joven o dejar de ser joven que marcaba la sociedad... Simplemente yo era joven en los felices años diez y lo que opinase la gente al ver mi edad en la parte posterior del DNI no me importaba nada, era algo que realmente no iba conmigo. Simplemente así eran los felices años diez.

fuente: Nueva Alcarria (21 de abril del 2010). La foto está tomada de una fotocopia del original, pues no disponía de la cámara de fotos en el momento que tuve el periódico en mis manos.

21 abril 2010

CARNE EN BARRA


A veces la felicidad mata. Un ejemplo, el payasito de las hamburguesas. Siempre contento y dando saltitos, siempre haciendo el gilipollas. Se pasea por las calles de todo el planeta sin perder por un instante la sonrisa. A nadie le gusta, a los niños les da miedo. A nadie le hace gracia y posiblemente huele mal, porque no se cambia de ropa el muy capullo. Pero ese payasito nunca deja de sonreír porque sabe perfectamente, que tarde o temprano acabará dándote por culo. Está completamente convencido de que antes o después terminarás saboreando su carne en barra.

En aquellos días ya conocíamos los efectos devastadores de la globalización económica. Sabíamos de las marcas que con artes mafiosas, colonizaban una manzana y obligaban a un pequeño restaurador a abandonar el negocio que había sido de su familia durante tres generaciones. Todos habíamos escuchado aquella leyenda urbana acerca de la niña que fue al dentista porque le dolía una muela y de cómo habían encontrado clavada en su encía la uña de una rata. También habíamos hablado de aquella película en que un tipo sobrevivía durante un mes a golpe de comida basura y terminaba al borde de la muerte.

Yo había vivido alguna de esas experiencias en primera persona. Nada del otro jueves. Una de las siervas del payaso que perdía un chicle en la freidora. Otra anfetamínica dependienta en Ibiza que estaba bizca de puesta que iba y se comía los mocos mientras esperaba mi bendita MacMierda.

Que yo era poco escrupuloso era cierto pero, remilgos al margen, el puto payaso tenía todas las cartas para ganar la partida. Me di cuenta una tarde haciendo una visita en el Hospital La Paz de Madrid. Me había dejado caer para conocer al nuevo hijo de un viejo amigo y al intentar comer algo, allí estaba. No quedaba forma de hincarle el diente a nada distinto a aquella puñetera carne plástico. Una idea gloriosa. Un restaurante de comida rápida a la puerta del mayor hospital de la ciudad. Mirando el asunto desde otro ángulo, tal vez tenía su lógica. Tal vez fuese necesario un hospital a la puerta de cada uno de aquellos surtidores de grasas trans.

Lo dicho, a veces la felicidad mata. Si nadie lo evitaba la década de los diez sería la del final de las gallinejas, de los callos con garbanzos y la morcilla. Nuestros hijos terminarían siendo los hijos del MALDITO PAYASO.

14 abril 2010

CAMBIO ARMANI POR UNA MORTADELA


Milán, abril de 2010. Climatología incierta. Es cierto mucho de lo que dicen, que es una Italia menos italiana de lo habitual. Las mortadelas gigantes de los escaparates habían sido suplantadas por los desvaríos estéticos de un puñado de horteras. No había vespas. Nadie gritaba. Habla en italiano y me respondían en inglés. ¿De dónde demonios pensaban que había salido?

Creo que sabíamos de dónde veníamos, pero ninguno de nosotros tenía muy claro hacia donde se dirigía. Sucedía muy a menudo, en los momentos de confusión me daba por comprar billetes de avión. Una ciudad y luego otra. pasa a veces que no te encuentras y que te vas a buscarte en un lugar en el que nunca has estado y al que tal vez no regresarás jamás. Caminas y caminas. Entras y sales de sitios. A veces te ríes y otras te hierve la sangre porque ya no soportas a nadie y quieres volver a casa. Y entre cerveza y cerveza, llega un instante en el que reconoces algo de ti mismo de lo que sin darte cuenta te habías olvidado. Y al hacer la maleta antes de ir de nuevo al aeropuerto, resulta que llevas muchas más cosas pero incomprensiblemente te sientes mucho, mucho más ligero.

Eran los felices diez y a nadie le importaba qué demonios habíamos hecho en Milán. Y esa sensación de libertad, la ausencia de la necesidad de explicar nada a nadie, me gustaba.

29 marzo 2010

GOMAS DE BORRAR


No sabría explicar cómo sucede, pero pasa que a veces sin habértelo propuesto cambias de código. Corrían los felices diez y en pocas horas embarcábamos rumbo a una Semana Santa en Milán.

Varios días atrás habíamos estado hablando del viaje, qué hacer, qué no hacer… y entonces surgió el asunto: “Pues, yo tengo que comprar una goma”. Me quedé bloqueado, ni frio, ni calor, no comprendía nada. Como si me hablase en japonés. Había cambiado de código.

Corrían los felices diez y eso nos convertía en el tipo de gente para quien la goma de borrar había sido algo ciertamente importante durante una etapa de su vida. Todo un signo de estatus. En mi etapa de mocoso con todas las perder, las gomas MILAN eran una especie de condena de la que no escaparía nunca. En las aulas de primaria se libraban cruentos duelos para dirimir quién tenía el mejor borrador, la caja de ceras más grande o los rotuladores menos Carioca. Así que un pringao con esa artillería, tenía poco que hacer. Llegué a odiar aquellos dos centímetros cuadrados que no olían a nada en particular y que perdían su forma al menor uso. Con esa cosa desgastada y llena de marcas tenía poco que hacer. ¡Si al menos fuese nueva! Pero una especie de atracción fatal me impulsaba a deslizar la punta del compás por su superficie en cuanto caía en mis manos, en un viaje al desastre sin retorno. En cinco minutos la goma estaba llena de agujeros, tenía grabadas las iniciales de vete a saber quién, que te gustaba pero no te hacía ni caso, o le faltaba un trozo. La cosa llegó a adquirir tintes autodestructivos y dramáticos y, debo confesar, sí, que en alguna ocasión llegué a comerme una para ver si había más suerte con la siguiente. Pero nada que hacer. Aquellos cuadraditos diabólicos parecían no terminarse nunca y el modelo 430 era el más barato del mercado. Detrás de cada soldado caído había un ejército dispuesto a sustituirle.

No sé como sucede, pero al final siempre cambias de código. Y ahora necesitaba pistas para acordarme de aquellas guerras sin cuartel y de mi otrora gomosa enemiga. Corrían los felices diez y me largaba a Milán, posiblemente a comprar gomas de borrar.

26 marzo 2010

MISMO DÍA A LA MISMA HORA PARA HACER LO MISMO


Mismo día del año a la misma hora de siempre y quedando para hacer lo mismo que durante los últimos 10 años.

Un pequeño trabajo de documentación. San Patricio es el nombre que recibió el evangelizador de Irlanda. Llevó la religión católica a la isla entre los Siglos IV y V, y según la leyenda aún le quedó tiempo para limpiarla de serpientes. El mayor desfile de San Patricio se celebra en Nueva York donde más de 2 millones de personas desfilan cada año en la 5ª avenida desde el año 1672. En Dublín la celebración tuvo otra significación política hasta los años 90 del siglo XX, momento en el que por una decisión también política pasó a convertirse en un símbolo para los irlandeses y para todos aquellos que desearían ser irlandeses. Hasta entonces nada de cerveza verde, los bares permanecían cerrados porque su significado era más religioso-político que de otro tipo. Como ejemplo de esto puede servir el famoso trébol verde que inunda la Isla. Pues bien, San Patricio lo utilizó para explicar a los pobladores de la isla el concepto de la Santísima Trinidad (son tres hojas y a la vez forman un todo indivisible). Viéndolo de este modo, alguien podría defender que San Patricio es el estandarte y, tal vez, el primer responsable de uno de los pocos conflictos que siguen desangrando Europa.

En otro orden de cosas, al iniciarse los felices diez San patricio era un buen pretexto para tomarte una con tus amigos, porque a veces el márquetin sirve para algo y consigue que la causa deje de ser la forma en que cada cual prefiere arder en el fuego eterno, para convertirse en el día un día para conseguir sombreros a golpe de Guinness.

Mismo día del año a la misma hora de siempre, quedando para hacer lo mismo pero con unos cuantos años más a la espalda, justo los mismos que hacen falta para darse cuenta de que lo mismo de siempre es mejor que lo que viene cualquiera a prometerte.

Una Guinness a la salud de la década que empieza!!!

21 marzo 2010

MI CONSEJERO, MI CAMARERO


En los felices años 10 el papel de camarero seguía siendo una de las profesiones más importantes en la sociedad, aunque no se valorase tanto como podíamos pensar, dado su importancia. Así, el camarero, no era un mero proveedor de bebidas y otras sustancias, como el tabaco por poner un ejemplo, sino que su labor iba más allá. Un buen camarero, además de servir al cliente, debía entretenerlo, darle lo que pidiese, crear un ambiente idóneo para que encontrase la felicidad (ya fuese real o ficticia), pero sobre todo debía ser un buen psicólogo, puesto que el camarero, ese ser tras la barra, escuchaba atentamente cualquier cosa que el cliente le contase y si hacía falta este le obsequiaba con uno de sus sabios consejos.

El problema se planteaba cuando había varios consejos en diferentes sentidos. Así, por poner un ejemplo que ilustraría sabiamente lo que aquí quiero decir, el camarero en cuestión nos hablaba de las fatalidades del matrimonio, cómo se podía llegar a arruinar la vida de una persona a través de tal acto... A la par otro excamarero (ser camarero es una vocación que nunca desaparece aunque se deje de ejercer dicho trabajo, por tanto también aconseja) nos decía que lo mejor que podíamos hacer en la vida era casarnos... Ambos consejos se contradecían y sería un dilema pensar cuál de los dos tenía razón, salvo que nosotros, en los felices años 10, no pensábamos ni en bodas ni en divorcios ni en solterías, tan sólo pensábamos en que nos pusieran otra cerveza, a ser posible bien fresquita, mientras nos dedicábamos a salvar el mundo (o no) en una de nuestras interminables tertulias...

12 marzo 2010

CUALQUIERA PUEDE SER MARCIANO


Mientras unos pocos, con más fortuna de aquella que cualquier cabeza equilibrada es capaz de gestionar, planificaban un incierto viaje al espacio, ser marciano se encontraba al alcance de cualquiera.

Bastaba con conectarse a la alcantarilla catódica y ver a la hija analfabeta de tu portera convertida en líder de opinión o presentar cualquier idea sensata en la próxima reunión que tuviese lugar en tu empresa.

Bastaba con vestir normal y caminar normal y con hacer y soñar cosas normales, porque en los años diez eso de ser normal se estaba convirtiendo en una cosa un poco marciana. Liberalismo radical, progresía de diseño y marca fabricada a bajo coste en una factoría china…

Bastaba con poner las noticias de las nueve: políticos lelos, guerras justas, crisis humanitarias a causa de la pobreza comercializadas como cataclismos sin precedentes. Definitivamente, ser normal había pasado a ser la hostia. Por eso, alguno que otro, sin arte ni parte en todos esos asuntos y sin otra intención que arrimarse a la parroquia a tomarse una, sinceramente, se sentía la hostia, porque ser todavía un poquito normal había pasado a ser la puta hostia.

28 febrero 2010

TIERRA LLAMANDO A MARTE


Tierra llamando a Marte. Si algún marciano tiene previsto viajar a la Campiña Alta este fin de semana, es mejor que se abstenga. No bromeamos. Las autoridades competentes han anunciado que los geranios de mi vecina, en otros días objeto de admiración de todo visitante, pueden llegar a convertirse en pocos segundos en poderosas armas de destrucción masiva. Las ráfagas de viento pueden tornar sus tallos en peligrosos proyectiles y sus aparentemente inofensivas hojas en pequeñas guillotinas. ¡¡¡Por no hablar de las temibles bellotas perdidas!!! Todo se debe a un insólito fenómeno meteorológico, la ciclogénesis explosiva, también conocida como tormenta perfecta. Como lo oyen. En pocas horas cualquier viandante puede terminar como aquellas pobres personas de aquella superproducción hollywoodiense, ahogados en el fondo de un hasta ahora inofensivo charco.

Así nos las gastábamos en los felices diez: nada de resfriados ¡¡¡PANDEMIAS DE GRIPE!!!; nada de viento ¡¡¡ BOMBAS METEOROLÓGICAS!!!; cada mes, el mes más lluvioso de los últimos dos meses; cada día, el más caluroso desde la última vez que hizo calor; a cada instante una nueva amenaza global se cernía sobre nosotros.

Afortunadamente, a esas alturas todos nos habíamos percatado del asunto y etiquetábamos estas extrañas profecías en una de dos categorías: maniobras de los que manejan el cotarro con el fin de distraer la atención del sufrido ciudadano de sus verdaderos problemas, producto de su incompetencia; y argucias de los medios de comunicación para acaparar audiencia y poder hacer más negocio con la publicidad de compresas para las pérdidas de orina.

Así que aquella tarde decidimos mirar nuestro destino de frente y salimos a la calle a pesar de las advertencias sobre el enésimo apocalipsis. Por eso éramos felices, tan felices como cualquiera que ya no hace demasiado caso de lo que le dicen.

23 febrero 2010

"QUIERO SER COMO LA EX DE BECKHAM"


Corrían los felices diez así que aunque no teníamos planes extraordinarios en aquellos días, todos los parroquianos nos encontrábamos la mar de contentos celebrando la última o la siguiente, que nunca se sabe qué es exactamente lo que uno está celebrando cuando el alcohol ha corrido a raudales. Fue entonces cuando vi clara la respuesta. ¿Cuál es la clave del éxito en estos tiempos que nos gastamos tan marcados por no sé qué crisis de no sé qué cosa? Estar justo en el momento incorrecto y en el lugar equivocado. En la sociedad de la información, cuando todo ha sido inventado, todo está hecho y casi todo está escrito, para obtener la gloria basta con cagarla. Cuando al fin alguien mete la pata y parece que el mundo se va a dar la vuelta, un par de quilos de silicona y un pasado suficientemente escabroso, de esos que antes se ocultaban, puede colocarte en las páginas centrales de la actualidad y lanzarte a todas las cabinas de todos los camiones de esta gran nación, tan querida por todos nosotros, eso sí, con un buen fajo de billetes con el que sujetar tu sufrido canalillo.

01 febrero 2010

AHUYENTANDO A LOS CANES


En los felices años diez también llegaron los Reyes Magos, aunque en esta época junto a las cosas tradicionales traen también innovaciones tecnológicas, caso del cacharrito de la foto que no es más que un ahuyentador de perros (que también funciona con los gatos).
El mecanismo es simple: cuando se ve a un perro o a un gato (no sé si algún otro animalito, pero todo apunta a que sí) hay que apretar el botón y el chisme hace un ruidito molesto para el animal que huirá despavorido...
Conviene no aplicar con la mascota propia según las instrucciones, pero puede ser un gran entretenimiento para putear al perro del vecino...

29 enero 2010

EL COMIENZO DE LOS FELICES AÑOS 10

Los felices años 10 nos trajeron el iphone y, con ellos, un montón de fotógrafos aficionados que no tienen ni puta idea de hacer buenas fotos... pero por si os apetece saber que pinta teníamos cuando empezó la década...